miércoles, 3 de septiembre de 2014

Hasta pronto!

En el nuevo apartado de “Estamos leyendo…” hace tiempo que tengo lo de “Decidiendo qué leer” y es que empecé con dos libros a la vez, además del que tenía apartado que ya me quedaba poco para terminar y también lo dejé. El caso es que por unas cosas y otras no he podido leer, o me podía el sueño antes de ni siquiera intentarlo, por lo que mis lecturas están abandonadas y lo van a seguir estando durante al menos seis meses.

Mi compi y yo nos marchamos a vivir la experiencia ERASMUS y aunque en mi lista de ”cosas que llevarme” tengo apuntado el ebook creo que finalmente lo voy a dejar aquí. Lo echaré de menos y querré leer muchas veces pero cuando me entre el mono lo más seguro es que me ponga a escribir, así que una cosa por la otra, ¿no?

El caso es que esta entrada es un poco especial. Normalmente soy una sosa escribiendo (toda la alegría la pone Kas en sus entradas) así que hoy voy a escribir un poco cómo ha sido todo esto de marcharme.

Me ha tocado decir adiós a muchas cosas, por ejemplo al trabajo. Pero cuando tus jefes te dicen las cosas que me han dicho a mi, pues como que te vas contenta y con muchas ganas de volver, aunque sea volver a ser cajera. Al final le he cogido cariño al escáner, qué se le va a hacer. Pero más cariño le he cogido a mis compañeros. Madre mía lo mucho que me han hecho morir de amor por ellos. Hay personas que te hacen sentir bien, guapa, querida, que te alegran las mañanas y consiguen que te duela la cara de reírte. Y sí, que conste que yo iba al trabajo a trabajar, pero era inevitable pararse un ratito a hablar (y quien dice “ratito” dice “toda la mañana”) Pero ¡eh, que yo aun así estaba a todo! Me acuerdo los nervios de los primeros días cuando me acostaba pensando “¿y si hoy me he equivocado y descuadro?”. Y al final acabas haciendo tuya la máquina, tecleando como si no hubiera mañana, y sobre todo una cosa muy valiosa: he aprendido a tomar el control. No olvidaré las palabras de mi antiguo jefe en mi anterior trabajo (por supuesto, también de cajera, todo hay que decirlo): “pues ya sabes, Cristina, tú eres la que llevas la sartén por el mango”. Y hoy por fin puedo afirmar que lo he conseguido. He conseguido dominar (aunque sea un poquito) esas situaciones en las que los clientes van a fastidiar. Y claro, cualquiera pensará que eso es fácil, con un simple “señor, a mi no me hable así” podría ser suficiente. Pero lo que importa es que lo hagas todo desde el respeto y sin perder la sonrisa, de tal manera que jamás te puedan poner una reclamación.

El caso es que he acabado haciendo amigos de verdad, de los que te llaman para decirte “que noooo” porque les dices que no te hacen caso, o de los que están dispuestos a salir un rato por la feria a oírme contar todas las tonterías que me encanta contar. Luego están esas personas que desprenden amor, y no puedo más que negar con la cabeza porque no soy capaz de entender que haya gente tan sumamente buena.

En fin, sé que volveré al mismo trabajo cuando vuelva porque tendré que recuperarme del dinero (y esto es una opción segura) y porque a mí me gustaba ir a trabajar. A ver, que no todo eran risas, que había días que me quería ir llorando y días en los que pensabas que la estupidez humana no tiene límites (estos pensamientos sobre la gente los tengo muy a menudo, de verdad, ves que la gente hace cosas que pensabas que no podrían ser posibles. Si me animo algún momento de mi vida recogeré los mejores momentos para que veáis que no exagero).

Por otro lado, están esos amigos con los que haces planes que como no se cumplan los matas, pero ahí están, esforzándose en calcular cómo sale más barato ir a verme. Locuras suyas, que me encantan. Y bueno, también ciertas personitas con la que he tenido que poner mi mejor coraza antisentimentalismos porque no me apetece llorar porque me voy unos pocos meses.

Y cómo no, yo muriendo de amor con los regalos que la gente se empeña en hacer (pero oye, si entre todos os animáis, hacéis un bote y con lo que saquéis me compráis un abrigo. Ya lo estoy viendo: #UnAbrigoParaCris). Pero no todo han sido regalitos. Aunque los patucos que me ha hecho mi abuela no tienen nada que envidiar a nadie, la verdad es que hay ciertas cosas que me han calado hondo. Sin ir más lejos, hoy me ha visitado el fan número uno del blog. Se ha cogido su cochazo y ha venido hasta mi casa (algo así como el equivalente a tomar por culo de lejos). Y bueno, pues yo lo tengo en cuenta. Sé que lo está leyendo porque creo que es el único que lee el blog a menudo y me ha echado la bronca por dejarlo de lado tanto tiempo, así que desde aquí le digo que le quiero mucho (algo que nunca le digo en persona) y que de verdad estás en el top de personas a las que echar de menos. Algún día te recompensaré por todo lo que te debo.

Y no puedo dejar de contar la otra gran sorpresa del día, y es que yo, que soy una rencorosa de mucho cuidado, me había enfadado con un amigo por no venir a verme el día de la fiesta de despedida. ¿Qué ha pasado? Que con toda su buena intención se ha ofrecido a llevarme en moto a hacer unos recados que tenía que hacer. Y bueno, escrito así la verdad es que suena a “pues vaya, chica, te emocionas con nada” pero es que nunca había montado en moto (sí, con 23 años) y lo he vivido igual que si tuviera 15. Sé que esta persona no va a leer esto y por eso desde aquí afirmo que cuando me asomado a la ventana y le he visto con la moto enfrente de mi portal, y él apoyado en ella esperándome, he pensado “joder, qué sexy”. Creo que ha sido la primera vez que he vivido una escena de una película americana. Y el resultado ha sido tan emocionante que doy gracias de irme, porque así se me olvida el hecho de que se me ha antojado una moto.

Poco más puedo decir. Esto no lo escribo como despedida (de verdad, que sólo son seis meses, ¡no me mudo ni nada de eso!) si no que estoy un poco saturada con la maleta y necesitaba teclear un poquito antes de seguir. Bueno, en realidad sí que hay cosas que decir, porque tengo cosas que me inquietan. “¿Estás nerviosa por el viaje?” No, esto me lo pregunta todo el mundo y tengo los típicos nervios de cualquiera chica: ¿cerrará la maleta? ¿me olvidaré la plancha del pelo? ¿seguro que no voy a necesitar estos zapatos? Pero no es nada de eso. Más bien, y sonará un poco paranoico para muchos seguro, me inquieta el futuro.

¿Habrán cambiado las cosas cuando vuelva? ¿Habré cambiado yo? ¿Podré terminar la carrera y seguir avanzando en mi vida con nuevos objetivos? ¿Mandaré todo a la mierda y me volveré corriendo a Polonia?

Y los más sensatos pensarán “eso ya lo verás cuando vuelvas”. Ojalá yo fuera sensata.


Así que por mi parte esto es un ‘hasta luego’.
Cris

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